A destiempo, determinado por una endémica manía imitativa primero y liberado luego por la conjunción con la cultura popular y la tradición poética, el rock chileno nunca llegó a configurarse como la poderosa contracultura que inflamó y movilizó generaciones en el mundo. No obstante, terminó por transformarse en un fenómeno de fuerza submarina, telúrica, que de vez en cuando sacude la superficie de la ciudad con un inesperado y contrabandeado alarido libertario.En 1960 a Valparaíso todavía le quedaban destellos que recordaren la pequeña ciudad luz que había sido. La mundialización del comercio aéreo no exterminaba del todo el sueño barroco del romanticismo lupanar porteño y en los bares y calles dialectos multiétnicos condimentaban el ambiente y la fiesta con los ritmos que el mundo estaba exudando. No es extraño entonces que el rock chileno, de tener un origen, haya sido justo ahí.